EL PAPA SERGIO III, TEODORA Y MAROZIA Y JUAN XII
Al Papa Cristóbal lo asesinó ...el Papa Sergio III, quien fue el protagonista de uno de los capítulos más negro en la historia de los Papas romanos. A pesar de su entenebrecido papado, Sergio III figura como uno más de la lista infalible de los sucesores de “San Pedro”. Con Sergio III comenzó el período conocido como “el reinado papal de los fornicarios” (904-963). El odio y la maldad de este hombre hecho Papa y reconocido como tal, ha sido patente hasta nuestros días y merece una especial mención.
Sergio de Caere, después que asesinó al Papa Cristóbal estaba esperando la oportunidad de convertirse en “Papa de Roma” y respaldado por el pequeño ejército de un señor feudal y tras algunas matanzas logró asumir el poder papal con el nombre de SERGIO III del 29 de Enero del 904 al 14 de Abril al 911, fue el Papa No. 119 de la Iglesia Católica. Fue descrito por César Baronius, Cardenal historiador católico-romano, como “monstruo” y por Gregorio y otros escritores eclesiásticos, como un “criminal aterrorizante”, lascivo, maligno y feroz. Este fue uno más de los infalibles papas. “La elección de Sergio III, Conde de Túsculo, supone el inicio de un período de la historia del papado conocido como "pornocracia", debido a la influencia que en las decisiones papales jugaron las amantes de los pontífices”.
TEODORA Y MAROZIA
Papa tras bastidores:
Durante su pontificado, el papado fue monopolizado por una de las familias romanas, la del senador Teofilacto y su mujer Teodora. Sergio III estaba subyugado a ellos. Además, mantuvo relaciones sexuales ilícitas con Marozia, hija de esos patricios, de la cual nacería el que luego sería papa Juan XI. Ese Teofilacto, natural de Tusculum, hizo fortuna en Roma, gracias a los servicios sexuales que prestaban su mujer, Teodora y su hija Marozia que sabían cómo conseguir beneficios políticos a cambio de favores amorosos. En ese tiempo, se hablaba de la “monarquía de Teodora”, ya que era ella la que verdaderamente ejercía el control sobre Roma.
El obispo Liutprando de Cremona escribió: “Cierta ramera sin vergüenza, llamada Teodora fue durante algún tiempo monarca de Roma y [vergüenza da escribirlo], ejerció su poder como un hombre. Tuvo dos hijas, Marozia y Teodora, que no sólo la igualaron sino que la sobrepasaron en las prácticas que ama Venus. El propio cardenal Baronius calificó esa “monarquía” con el nombre de “pornocracia”. Esas prostitutas determinaban quién sería el papa”. Acerca de ello, Edward Gibbon (1737-1794), autor convertido al catolicismo, escribió lo siguiente en su conocida obra Decadencia y caída del Imperio Romano: “La influencia de dos prostitutas, Marozia y Teodora, se fundaba en su riqueza y belleza, sus intrigas políticas y amorosas. A los más vigorosos de sus amantes los recompensaban con la mitra romana. El hijo, el nieto y el biznieto, bastardos de Marozia, se sentaron en la Silla de San Pedro”.
“Así que, Teodora contaba con un instrumento esencial para ejercer su dominio en Roma y dominar a Sergio III, a Marozia su hija, que casi sin haber tenido tiempo de abandonar la pubertad, daba un hijo al Papa Sergio III. Esto está anotado en el “Líber Pontificalis” (Libro de los papas)”. Dice Halley, p. 774, “Teodora, junto con Marozia, la prostituta del Papa, llenaron la silla papal con sus hijos bastardos y convirtieron su palacio en un laberinto de ladrones. Por espacio de siete años, Sergio III ocupó la silla de San Pedro,[?], mientras que su concubina, imitando a Semiramis madre, reinaba en la corte con tanta pompa y lujuria, que traía a la mente los peores días del viejo Imperio” (Italia medieval, p. 331).
“Muerto Sergio III, Marozia, su concubina, se casó en primeras nupcias con un tal Alberico de Camerino cuando todavía no contaba veinte años de edad. Este Alberico fue un aliado ideal para los Teofilacto”.
EMPERADOR Y PAPA
EL PODER ABSOLUTO
“Alberico, a la sazón soberano de Roma, entre los años 936 al 954, nombró a su antojo a cuatro papas afectos a su causa. Al fin de sus días, Alberico, tuvo la idea de unir en su hijo Octaviano los cargos de príncipe de Roma y papa y una vez convocados los nobles romanos en San Pedro, les pidió que juraran que cuando él muriera, elegirían príncipe a su hijo, y que cuando el actual papa muriera, le nombrarían además papa.
“Un año más tarde Alberico (946-955) falleció y los nobles romanos cumplieron su promesa eligiendo a Octaviano, Príncipe de Roma y Papa al mismo tiempo. De esta manera las dos coronas estaban unidas en una misma cabeza. Octaviano abandonó su nombre para convertirse en JUAN XII (955-963), siendo proclamado papa ¡a los diecisiete años! Siendo un hombre pervertido estaba obsesionado con el sexo ilícito, incluso más que con el poder. Tuvo muchas concubinas, pero no las suficientes. ¡No había seguridad para ninguna mujer que entrara en la Sede romana! Pagaba a esas mujeres por sus servicios sexuales, no con oro solamente, sino con tierras”.
“El obispo Liutprando de Cremona, cronista de aquella época, cuenta que el papa Octaviano, Juan XII, “estaba tan ciegamente enamorado de una señora que la hizo gobernadora de varias ciudades e incluso le regaló las cruces de oro y los cálices del mismo San Pedro”, [?]. Chamberlain, católico romano, escribió de él: “Era una especie de Calígula cristiano [?], cuyos crímenes resultaban particularmente horrendos por el cargo que ocupaba. Fue acusado de que había convertido el palacio Laterano en un burdel; de que él y sus bandas violaban a las peregrinas en la misma basílica de San Pedro”.
“Los testigos fueron llamados y los crímenes del papa se pusieron sobre el tapete, entre otros: Fornicación con numerosas mujeres nombradas allí, dejar ciego a Benedicto, su padre espiritual, asesinato de un cardenal subdiácono llamado Juan, beber a la salud de Satanás en el altar de San Pedro. El papa Juan XII, murió asesinado por un marido que le encontró en la cama con su esposa. Con todo eso, aparece en la lista de los “Papas” con los títulos de “Su Santidad, Santo Padre, Vicario de Cristo”, etc. … Continuará…..
¡La Paz de Cristo!
Tomado del Libro:
LA CUARTA BESTIA
Autor: Juan F. Roa.
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