27 ago 2011

LA LEY DEL ESPEJO-

 En nuestro peregrinar por esta tierra, todos hemos conocido en muchas ocasiones, a personas que nos desagradan y que no nos caen bien, a primera…., segunda….., y tercera vista.

Esas personas son aquellas que no queremos saludar y fingimos que no las vemos, cuando nos las encontramos en la iglesia, en los eventos de la comunidad, en la escuela, en el parqueo o al lado de nuestras casas, y la lista sigue y sigue….

Somos pronto para emitir juicio y criticar los defectos que encontramos en esas personas que no nos caen bien, pues nos creemos perfectos, intachables, prepotentes, con la capacidad de ver la paja que está en el ojo ajeno, pero incapaces de ver la viga que está en el nuestro. [Mateo 7:3]; y óiganme bien, estoy hablando de nosotros “los cristianos".-

Si..., ya sé lo que estas pensando; “que los cristianos debemos de amar a todo el mundo”, pero amar es una cosa y que nos caiga bien tal o cual persona es otra. Cuando nos esforzamos para ser amables, gentiles, pacientes, amigables, y todo lo que esté a nuestro alcance, para relacionarnos con personas que nos caen mal, lo que hacemos es caer en la trampa de la hipocresía.-

Es muy probable que muchas de estas personas quieran ser verdaderamente nuestros amigos, pero debido a nuestro orgullo o al complejo de superioridad que a veces tenemos, les negamos la oportunidad de demostrarlo; porque, casi siempre nos dejamos guiar por las apariencias y no miramos el corazón. [1 Samuel 16:7]. ¿Qué podemos hacer para que esas personas sean de nuestro agrado?

Lo que tenemos que hacer es aplicarnos “LA LEY DEL ESPEJO”. De la misma manera que vemos nuestra imagen reflejada en el cristal del espejo, esa imagen nos ve a nosotros. En otras palabras, lo mismo que vemos, pensamos y decimos de otras personas, es lo que ellas ven, piensan y hablan de nosotros.

Por lo general, nadie nace desagradable, pero en el transcurso de la vida la mala educación, abusos, el tipo de vida que hemos llevado, dolores, tragedias y los malos ejemplos que hemos recibido de nuestros padres, definitivamente tienen que ver con la formación del carácter y la conducta de cada uno de nosotros.

Cuando el orgullo, la prepotencia y el complejo de superioridad se hacen a un lado y dejamos que la parte más humilde de nuestros corazones fluya, comenzamos mutuamente a entendernos y a conocernos mejor, mostrando la verdadera persona que está tras “esa conducta desagradable”, a menudo los muros que impiden una buena relación, se van derribando. Nos damos cuenta que no somos perfectos y que simplemente hemos sido perdonados aún con todos nuestros defectos.

El Señor Jesucristo ya nos conocía desde antes de la fundación del mundo, sabía perfectamente de nuestras debilidades, conocía también nuestros pensamientos y la maldad de nuestros corazones; es más, ni siquiera éramos merecedores para recibir esta salvación tan grande, y sin embargo, El siempre trataba de saludarnos cuando nos encontraba en la iglesia, en los eventos de la comunidad, en la escuela, en el parqueo o al lado de nuestras casas, y la lista sigue y sigue….

Al Señor no le importó nuestra conducta odiosa y desagradable ante las demás personas, tampoco se fijó en la vida pecaminosa que llevábamos en otros tiempos; por ningún momento pensó que le caíamos mal, sino que pacientemente trató y sigue tratando con nuestras vidas, y poco a poco ha ido limando las asperezas que nos impiden estar en comunión con nuestros hermanos de la Fe en Cristo Jesús.-

El no tuvo que esforzarse para ser amable, gentil, paciente, amigable, cariñoso, bondadoso, perdonador, a pesar de que lo rechazamos muchas veces. Lo único que hizo fue usar la paciencia que le caracteriza, y con amor inmenso se fue convirtiendo en NUESTRO MEJOR AMIGO; de tal manera, dice Pablo que “Si fuéremos infieles, él permanece fiel…. 2 Timoteo 2:13.

Pedro dice que: “….Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigamos sus pisadas; 1 Pedro 2:21. El Señor Jesucristo dice en Mateo 11:29…. “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas…

Mirémonos , pues, en nuestro propio espejo, antes de ver a los demas....

¡LA PAZ DE CRISTO!

By Juan F. Roa

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